Hoy tendría que estar en Jerez, disfrutando la hospitalidad de mi compañero de Embajada, don Álvaro Domecq, en su finca Los Alburejos. Tendría que estar en Jerez, a darle un beso de gratitud y aliento a la incansable Lola Rueda. Y tendría que estar en Jerez, para emocionarme una vez más con la entrada en el Club de Embajadores de Miriam Reyes Oliva y Joaquín Sánchez, personas que merecen mi admiración.
Y no puedo estar, querida Lola, querido don Álvaro, queridos nuevos compañeros embajadores. Es lo que tiene hacer estos actos en lunes y ser un esclavo preso de sus compromisos laborales. Pero la ausencia también tiene alguna ventaja para los tímidos: nos permite, a mí me permite, renovar mis compromisos con Cádiz y con Jerez; deciros que sigo en deuda con todos vosotros; proclamar desde la distancia el heroísmo de Lola Rueda y su equipo, que son un compendio de sueños y motores de iniciativas. Y para decir muy alto que un Club donde están Álvaro Domecq, Alejandro Sanz y ahora Miriam y Joaquín es, como dirían los del Barça, más que un club: es un grupo de presión; es un orgullo de tierra, y es una muestra de la fuerza y la capacidad de convocatoria de un grupo de mujeres que no hace falta que se llamen así: son, sencillamente, imparables.
Sigo sin entender muy bien qué hace un gallego de Lugo en una selección como ésa, pero me hace feliz imaginar una explicación: me siento querido. Y no puedo pedir más. Gracias, Lola. Gracias, don Álvaro. Gracias, Jerez.